La investigadora del CONICET y doctora en Ciencias de la Educación por la Universidad de Columbia reflexiona sobre el homeschooling, el rol de la escuela como espacio de construcción de la ciudadanía y subraya la importancia de los vínculos sociales en el desarrollo y el aprendizaje.
-A partir de tu experiencia como investigadora en el campo de la educación, ¿qué conclusiones podés sacar sobre el vínculo entre socialización y desarrollo cognitivo?
-Lo que sabemos desde hace mucho tiempo por las investigaciones en educación y en psicología del aprendizaje es que la socialización es fundamental para el desarrollo cognitivo, no hay desarrollo cognitivo sin socialización. Y eso quiere decir vincularnos con otros, en primer lugar con nuestros padres o cuidadores desde muy chiquititos en el ámbito familiar, y después la socialización secundaria, que viene cuando uno sale del ámbito familiar más íntimo y empieza a vincularse con otros fuera de la familia. Esto por lo general sucede en el jardín de infantes o en otros espacios donde hay pares o adultos que no vienen de ese núcleo tan primario que es la familia.
-¿Qué efectos genera el vínculo con otros en la construcción de la subjetividad?
Vincularnos con otros nos define como sujetos: hace que se construya nuestra mente y nuestra subjetividad, nos ayuda a formarnos a través del lenguaje, a formar nuestra cabeza. Hay casos muy paradigmáticos que evidencian lo que ocurre cuando no se produce la socialización, como los niños lobo. Son muy poquitos, pero están documentados. Son niños que se criaron por algún motivo en la selva, que fueron abandonados o vivieron sin contacto con seres humanos durante los primeros años de su vida y que no desarrollaron el lenguaje. Esos niños muestran un retraso cognitivo severo producto de no haber estado en contacto con otras personas en esos primeros años.
-Durante nuestra investigación para este dossier escuchamos dos argumentos de las familias que deciden hacer homeschooling que se repiten con frecuencia: la escuela mata la creatividad de los niños y el aspecto institucional no deja lugar a la subjetividad. ¿Creés que son motivos legítimos para desescolarizar? ¿Por qué?
-Por supuesto hoy muchos tenemos críticas importantes sobre qué tipo de enseñanza se brinda en la escuela y muchas ganas de mejorar, pero yo sigo pensando que la escuela es un gran espacio de construcción de la ciudadanía. Más allá de que hay mucho para mejorar en pos de fomentar la creatividad de los chicos y enseñarles a pensar y a comprender en profundidad, creo que la escuela sigue siendo un lugar muy importante en el que aprender a vivir con otros, incluso donde aprender a hacer cosas que a veces no nos gustan tanto, a seguir reglas. Eso también es parte de lo que tenemos que aprender para vivir en una sociedad diversa y la escuela es un buen lugar para hacerlo.
Creo que uno puede elegir a qué escuela mandar a sus hijos, las escuelas no son todas iguales. Las familias que estén preocupadas por fomentar la creatividad de los chicos y la individualidad pueden quizás buscar escuelas en las que eso esté más presente. Sobre todo además hay espacios fuera de lo escolar que pueden nutrir a los chicos en ese sentido. Pero la experiencia compartida de ir a la escuela es algo que como sociedad nos une y a lo que vale la pena apostar.
-¿Considerás que la familia puede reemplazar a la escuela como motor de la educación?
-Creo que la familia es fundamental para sembrar en casa ese vínculo inicial con el conocimiento, ese amor por aprender, esa curiosidad, esas ganas de conocer el mundo. Tiene un rol clave para complementar la escuela pero no creo que la reemplace. Por el contrario, me parece que es importante separar los vínculos familiares de los vínculos de enseñanza, está bueno que no seamos los maestros de nuestros chicos porque los chicos tienen con sus padres otro vínculo que no es el de alumnos. Entonces cuando uno mezcla las cosas a veces se complica, para nosotros y para ellos. En ese sentido me parece clave que la familia complemente la escuela y el aprendizaje pero no creo que se reemplace la escuela por la familia.
-¿Qué postura debería adoptar el Estado con el homeschooling: prohibirlo o regularizarlo?
-Creo que debería regularlo, no prohibirlo. Es fundamental que los chicos tengan espacios donde tengan que aprender con otros, fuera de su familia. Eso eventualmente podría ocurrir en otros lugares, como centros barriales, clubes, espacios de educación no formal. Yo creo mucho en la libertad de cada familia, y por eso me parece que prohibir el homeschooling es una muy mala idea. Y por eso creo que está bien que el Estado lo regule, para garantizar a los chicos y a las chicas el derecho a la educación. El Estado, desde su rol de garante, debe asegurar que esos chicos pasen por espacios de socialización y de aprendizaje que se comparten como grandes territorios comunes para la ciudadanía.
-En tu libro Guía para criar hijos curiososabordás la construcción del vínculo de los chicos con el conocimiento. ¿Qué puede hacer un padre o una madre para estimular el deseo de aprender?
-Hay montones de cosas que pueden hacer las familias para estimular el deseo de aprender de los niños. Primero, conectar con lo que a ellos les interesa, con lo que les llama la atención o les despierta curiosidad. Y a partir de ahí tirar la punta del ovillo para explorar juntos, para tratar de profundizar sobre esos temas, ver adónde nos llevan. Hoy tenemos al alcance de un click muchos recursos para eso. Ver videos, documentales, museos, ponernos a investigar juntos.
-¿Podrías poner algún ejemplo?
-Yo cuento un montón de ejemplos de eso en mi libro. Uno es una actividad súper común, que es cocinar. Cocinar es una hermosa manera de explorar con materiales, de medir, de pesar, mezclar cosas a ver qué pasa. Una vez mientras preparábamos una torta en casa con mis hijos estábamos hablando sobre qué rico que era comer torta cruda, y uno de ellos dijo y “qué tal si hacemos torta cruda para vender”. Entonces dijimos genial, ¿qué tenemos que hacer si queremos vender torta cruda? Tenemos que inventar una etiqueta y conseguir un frasco. Pero, ¿cómo son los frascos de casa, qué tienen en común? Sacamos todos los frascos de casa para mirarlos y vimos que todos tienen un dibujo, y ese dibujo tiene que ser atractivo, tienen que tener la cantidad de lo que trae, el nombre, una marca. Entonces nos pusimos a inventar la etiqueta del frasco. Después dijimos, ¿cómo podemos hacer para la gente se entere? Tenemos que inventar un afiche. Entonces fuimos a dar una vuelta manzana para mirar qué tenían los afiches de publicidad para que la gente quisiera comprar algo. La moraleja de esto es que hay que conectar con algo que a los chicos les dé intriga y que a nosotros también nos fluya y que la pasemos bien. Se puede aprender juntos a partir de cualquier situación cotidiana o de algo que traigan de la escuela, intentando siempre profundizar un poco más.
Una cosa chiquita y súper estimulante para aprender es qué hacemos cuando leemos cuentos con ellos. Podemos leer y disfrutar la lectura, eso per se ya está buenísimo, pero también podemos conversar cuando leemos y sacarle el jugo a esa experiencia. Por ejemplo pensar qué hubiera pasado si el libro terminaba distinto, si la cenicienta se iba once y media de la fiesta en vez de a las doce. O cómo te hubieras sentido vos en el lugar de ella cuándo perdió el zapato. Empezar a ponernos en el lugar del otro a través de los personajes, qué le recomendarías que haga al príncipe o de qué otra manera podría haberse resuelto la historia. Se trata de sacarle el jugo a la experiencia de estar juntos y pensar alguna oportunidad de aprendizaje desde el disfrute compartido.
-Dentro del homeschooling hay una modalidad más radical que es el unschooling, es decir, familias que deciden no intervenir en el proceso de aprendizaje de sus hijos. ¿Es posible que los chicos aprendan sin la intervención de adultos?
-Creo que la tendencia de unschooling más radical es complicada porque asume que los chicos pueden aprender sin intervención adulta. Y sabemos por muchos años de investigación que eso no sucede, para aprender necesitamos de otros y en general de otros que sean más expertos y nos acompañen, nos lleven de la mano, nos repregunten, nos desafíen. Y ese otro en general somos los adultos. Que nos cuiden, que nos generen un entorno de confianza donde meter la pata esté permitido. Entonces considerar que esto sucede espontáneamente es una creencia ingenua, por ahí bien intencionada pero equivocada. No da buenos frutos.
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