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Todo lo que siempre quiso saber sobre el primer bachillerato trans

Actualizado: 4 mar 2020

FAQ TRANS. Francisco Quiñones, el director del Mocha Celis, responde las Frequently Asked Question sobre la escuela que es pionera en el mundo: cómo se gestó, por qué es diferente de los demás espacios educativos y cuál es su propuesta pedagógica.



Concepto Trans


-La Mocha es el primer “bachillerato trans” del mundo. ¿Ustedes se autodenominan así o es un nombre que les pusieron?

-Nosotros elegimos nombrarnos así porque una de las acepciones del término “trans” es “más allá de”: más allá de la orientación sexual, más allá del género, más allá de cualquier cosa, todos y todas tienen derecho a la educación.



Comienzos


-¿Cómo fue el proceso de creación la escuela?

-Lanzamos el proyecto a fines de 2011 y en 2012 empezó a estudiar el primer grupo. En ese momento no teníamos títulos oficiales, espacio físico ni nada. Pero lo hicimos pensando que lo íbamos a lograr. Empezamos a buscar lugar: arrancamos dos maricas y yo, y empezamos a convocar a otra gente que tuviera ganas de sumarse a una propuesta de este estilo. Empezamos a buscar lugares desde Constitución, porque la idea era abordar también la población trans de zona sur, que no tenía ninguna propuesta de este tipo. Al principio, cuando conseguimos este espacio, lo compartíamos con un club de box y dábamos clases en un pasillo. Cuando nos dimos cuenta de que nos íbamos a quedar cortos empezamos a pensar en agrandar el espacio.


-¿Cómo llegaron las primeras alumnas cuando recién empezaron y nadie sabía lo que era la Mocha?

-Primero, el hecho de que se llamara bachillerato trans ya las convocaba. Y nosotros hacíamos recorridas, nos acercábamos a las zonas de prostitución. Había compañeras que llegaban y no sabían ni dónde estaban. Decían acá no hay pizarrones, no hay aulas, esto no es una escuela.


-En el documental aparecen chicas que dicen que la escuela como institución no existía en su imaginario. O sea no es que querían estudiar y no se lo podían permitir sino que directamente era algo en lo que no podían ni pensar.

-Y sí, muchas pensaban “para qué voy a ir a la escuela si no sirve para nada, es una institución que a mí me expulsó todo el tiempo”. Había chicas que decían: “Pero yo no me puedo pagar el uniforme”. ¿Qué uniforme? Acá no hay ningún uniforme.



Diferencias con bachilleratos populares y escuelas tradicionales


-¿Por qué decidieron armar un espacio desde cero específico para personas trans?

-Nos dimos cuenta de que sumarnos a los bachilleratos populares era exponer a los compañeros y las compañeras trans a un proceso de deconstrucción de espacios que siguen siendo de alguna manera patriarcales y machistas, y las disidencias no tenían ahí una propuesta integral. Por ejemplo en los bachilleratos populares por lo general tienen una modalidad de cursada nocturna, y eso dejaba por fuera a la mayoría de las personas trans que estaban hasta ese momento en situación de prostitución. Acá tenemos un horario de 14 a 18 porque sabemos que la mayoría trabaja y por lo tanto a la mañana no puede venir, y por la noche tendrían que elegir entre trabajar o estudiar. No contamos con una ayuda económica para que las personas que estudian tengan un ingreso.


-¿Y cual es la diferencia con las escuelas tradicionales?

-El problema por el cual la población trans no accedía a la educación no era que no hubiese escuelas: las puertas de las escuelas están abiertas. El problema es la propuesta educativa. Acá tenemos población trans, afordescendientes, madres solteras, mujeres de más de 50 años, migrantes. Y te vas dando cuenta de que el problema es el sistema educativo. No sólo con respecto a los temas que trabajan, sino con cómo hacen el abordaje de esas poblaciones.


-¿Cómo es ese abordaje en las escuelas tradicionales?

-Por lo general se sigue construyendo un sujeto idealizado que no es el que está en las aulas.




Extractivismo académico y zoologización


-Hay mucha gente interesada en la experiencia de la Mocha, tanto desde el periodismo como desde sectores académicos. ¿Cómo reciben ustedes ese interés?

-Tenemos mucho cuidado con eso para no permitir lo que nosotros llamamos zoologización y extractivismo académico. Esto lo aprendí de Lohana Berkins. Una vez la fui a ver para hacer un documental y Lohana me sacó cagando. Me mandó a leer porque decía que yo no tenía idea de nada. Después de insistirle muchísimo, me dijo “a ver, marica, dibujame una travesti”. Y lo primero que me imaginé fue una persona de la cintura para abajo, con minifalda roja, medias de red y tacos de acrílico. Por más proceso de deconstrucción que tuviera, mi primera imagen mental de una travesti fue esa. Entonces me dio para leer La gesta del nombre propio y Cumbia copeteo y lágrimas, y recién dos meses después me llamó para hacer el documental.



-¿Qué es exactamente el extractivismo académico?

-Tiene que ver con la economía del saber. Si acá una compañera trans les cuenta su historia y una vez que ustedes tienen el material para su nota se levantan y se van, la compañera después de haber expuesto su vida sigue exactamente en el mismo lugar. A eso llamamos extractivismo académico y esa práctica también es responsable del travesticidio social. El 95 por ciento de las compañeras que están acá están en situación de prostitución, por eso queremos que los saberes que ellas tienen los reproduzcan ellas mismas y que tengan un rédito por eso, que ellas cuenten su propia realidad y no que vengan otros a observarlas.


-¿Pero contar su historia no contribuye a visibilizar la causa?

-Con la excusa de la visibilización se llevan a cabo los peores extractivismos. “A ver, vení que te sacamos una foto por la visibilización, hablale a este micrófono por la visibilización”. Y no, la compañera también tiene que comer, tiene una historia, un recorrido, un saber. ¿Por qué ninguna editorial les dice “vení vos y hacé el libro vos, contalo en primera persona”? En cambio, viene un académico a estudiar a la persona que se supone que no tiene ningún saber pero que tiene algo rico para contar. Lo entendí yo después de que Lohana me dijera “No, marica, no”. Acá a veces vienen y nos dicen necesito tres travestis para mi tesis, un chico trans, un no binario, dos paquetes de yerba y un café. Es ridículo el acercamiento muchas veces. Por eso nosotros siempre planteamos esta cuestión del intercambio: la compañera te cuenta pero al menos dejá un papel higiénico así tiene papel para ir al baño todos los días.


Propuesta pedagógica


-¿Cómo es la propuesta pedagógica de la Mocha?

-Lo que hacemos acá es construcción colectiva del conocimiento. Relatos en primera persona, tratar de pensar en conjunto, trabajar en grupo, pensar las relaciones afectivas, los vínculos, todo eso va en la currícula oculta. Y después las temáticas las van trayendo las propias estudiantes.Desde la cuestión de la sexualidad, que todo el tiempo es un tema porque acá te encontrás con trabajadoras sexuales, con madres solteras, con pibas que tienen hijos producto de una violación. La idea es poder poner todo eso en común para construir desde lo colectivo. Entonces acá las alumnas empiezan a producir materiales. Ahora están haciendo un kit de ESI para escuelas desde lo trava que es algo que no existe.


-¿En la Mocha se enseña distinto?

-Sí, totalmente. En vez de hacer los problemas tradicionales de matemática de “Juan se llevó tres caramelos” acá trabajamos con perspectiva de género y con la realidad de los alumnos. A veces para trabajar matemática se usa matemática aplicada y leemos la factura de luz. En las escuelas tradicionales se heterosexualiza a los alumnos, los docentes asumen que todos y todas son heterosexuales. Ni siquiera trabajan con la realidad. Lo que pasa es que los docentes están muy precarizados, tienen que trabajar en varios colegios por día por un sueldo de mierda, y frente a ese panorama necesitan estandarizar todo y listo. El sistema los va quemando. La diferencia es que esta escuela es muy chiquita, nos conocemos todos y todas, yo sé qué le pasa a la compañera, cuál es la realidad que tiene. Y eso también se trabaja en el aula y se tiene muy en cuenta. Es mucho más personalizado.


-¿Cómo son las instancias de evaluación?

-Eso es igual que en todos lados. Pero la diferencia es que habilitamos más instancias de examen en función de las necesidades de los tiempos de los compañeros. Por ejemplo si la persona puede venir un determinado día se abre mesa para que puedan avanzar con su realidad, no hace falta que esperen hasta julio o diciembre. No queremos que esto los limite.


-¿Y pueden repetir?

-La verdad es que pueden tener varias previas y se abren muchas instancias como para que no tengan que repetir. Pero bueno, si no viniste nunca y fue imposible porque te llevaste diez no tiene sentido hacerte pasar porque no hay un recorrido.



Egresades


-¿Qué pasa cuando egresan? Porque esta institución las aloja, pero después tienen que enfrentarse otra vez a las instituciones que les dieron la espalda.

-La dificultad está en el paso siguiente, por eso las compañeras no se quieren ir. Acá son parte de la construcción del conocimiento y el saber, y tienen un lugar protagónico. Son portadoras de un saber.



¿Se paga o no se paga?


-¿Las alumnas y los alumnos tienen que pagar una cuota?

-No, sería totalmente contrario a nuestra propuesta. Si alguien quiere colaborar con la cooperadora, lo puede hacer, pero pagar una cuota va en contra de nuestra propuesta porque sería privatizar la educación. De hecho pasó hace poco que algunas compañeras se asustaron porque nos habían cortado la luz y querían pagar la cuenta. La verdad es que nos pone en una situación re incómoda, porque aceptarlo implica privatizar la educación y legitimar que las estudiantes se prostituyan para poder pagar sus estudios. Y por otro lado no aceptarlo es desconocerlas y ponerlas en un lugar de menor valor: “vos no porque pobrecita”. Es una situación súper incómoda, la debatimos mucho. Que nos den plata a nosotros cuando a veces no les alcanza ni para pagar su pensión… No sólo por el trabajo sexual.




Prejuicios dentro de la Mocha


-La Mocha trabaja todo el tiempo para desarmar prejuicios. Pero, ¿hay prejuicios también dentro de la Mocha?

-Por supuesto. Todos estamos atravesados por una sociedad que todo el tiempo individualiza, te hace sentir responsable de tu realidad, sos vos el culpable, no es el sistema que te oprime, que te expulsa. Se construye todo el tiempo una otredad. O sea para construir mi individualidad tiene que haber otro que es distinto a mí, y por lo tanto siempre está en la vereda de enfrente. En cambio Marlene Wayar y la teoría travesti latinoamericana plantean el discurso de la nostredad, proponen romper con estas ideas individuales para pasar a manejar ideas colectivas.


Individualismo vs. construcción colectiva


-¿La educación combate el modelo individualista propio del neoliberalismo o lo reproduce?

-La educación forma parte de eso, porque yo he escuchado mil veces compañeros decirme en una escuela tradicional “estudiá porque si no vas a ser barrendero”. Entonces uno estudia para no ser pobre, para no estar dentro de ese circuito marginado. El miedo de todos nosotros es ser pobres, nos formamos y estudiamos para salir de ese lugar. Porque la educación no es para la libertad sino que forma parte de un sistema opresivo, ya lo dijo Paulo Freire: en una educación de la opresión tu sueño es convertirte en opresor. Por eso cada vez que algún compañero o compañera acá en la Mocha dice que cuando termine quiere ser policía me quiero morir, pero lo entiendo. Hay gente que vive en la villa de Fraga de acá a la vuelta y su sueño es poder salir de ese lugar. En la policía te ofrecen un trabajo formal, casi sin capacitación, y si quisieras tenerla te pagan para estudiar. Entonces es tu manera de salir de ese lugar. Es enfrentarse a la pobreza aunque desde un lugar en el que te convertís en una persona súper resentida y violenta contra gente que es igual a vos, pero porque el sistema mismo te pone en ese lugar.


-Si la escuela tradicional educa para la opresión, ¿cuál es la propuesta de la Mocha?

-Nosotros proponemos una pedagogía para libertad, para poder tomar tus propias decisiones pero también desde lo colectivo. Pero no perdemos de vista que estamos todos y todas atravesados por este sistema que nos violenta constantemente y nos individualiza.


-¿Esa individualización tiene algún efecto particular entre la población trans?

-Sí, porque no sólo nos individualiza y nos pone como responsables sino que además nos obliga después a pensar con la misma lógica nuestro propio cuerpo, a individualizar partes de nuestro propio cuerpo que después odiamos. Les pasa a algunas compañeras travestis: la responsable de mi infelicidad es mi pene, entonces se hacen operaciones y al final no era ese el problema. O mis tetas. Entones me pongo 3 kg de siliconas para construir eso deseado, que en realidad es lo que otro desea por mí. Esa cuestión individualista de “Ser feliz depende de vos”… Las pelotas, hay todo un sistema alrededor que todo el tiempo me está haciendo sentir culpable. El marcado lo sabe muy bien y aprovecha mi infelicidad.Y lo que no consume después lo descarta, total al pedo ocuparme de una travesti de más de 35 años. Es una necropolítica: eliminar todo aquello que no es funcional al mercado.



Medios de comunicación


-¿Qué rol cumplen los medios de comunicación en este proceso?

-Las compañeras siempre dicen, ellas son PCP: peluqueras, costureras o prostitutas. Cuando hay lugar en los medios de comunicación a las chicas trans sólo les dejan dos opciones: burlarse de sí mismas para que otros se rían de eso o entrar dentro del sistema aceptado. Están las que hacen de bufonas de la corte para que los demás se burlen o Florencia de la V, que presenta a sus dos hijos rubios en la Iglesia de la Sagrada no sé qué. Y si te fijás siempre se pone en duda su identidad cuando hay un discurso que no encaja con lo aceptado: ahí inmediatamente pasa a ser un hombre, la empiezan a tratar de tipo.




Marca personal a les alumnes


-Contaste en otras entrevistas que si un estudiante falta dos días ya llaman para ver qué pasó. ¿Cómo hacen ese seguimiento?

-Se toma asistencia y el equipo de bienestar estudiantil cada semana se fija cuántas personas faltaron y si ve que hay un patrón que se repite, por ejemplo alguien que no viene nunca los lunes en la primera hora, nos preguntamos qué pasó, si es que está trabajando, entonces se la llama. Y si falta seguido vemos qué está pasando, si es un tema económico, y ahí tratamos de acompañar. O si es alguien que se mudó y se quedó sin casa se activa un dispositivo y se pide el subsidio habitacional. El otro día pasó por ejemplo que a una compañera le rechazaron ocho veces el DNI, entonces intervino bienestar estudiantil, le avisamos a la abogada, y articulamos diferentes espacios para resolver el problema. O una compañera que no podía venir porque no tenía quién le cuide al hijo, entonces le avisamos que acá está el equipo que se lo puede cuidar mientras estudia.


-Les hacen marca personal…

-Estamos muy atentos porque a veces los estudiantes no plantean esos problemas porque creen que es un tema particular, propio, o tienen miedo de contar, vergüenza, no se quieren victimizar. Eso era al principio, ahora directamente llaman, cuentan lo que les pasa, piden turno con la trabajadora social o la psicóloga. Pero como esto no es común en las escuelas tradicionales a veces hasta se sorprenden de que los llamemos por teléfono. “¿Por qué les preocupa que yo tenga gripe? Es mi problema”. Pero cuando vos te acercás y les preguntás si necesitan remedios o algo, empiezan a entender la propuesta educativa.




Disposición del aula


-Algo que llama la atención es que tienen una propuesta súper revolucionaria en el plan de estudios y en el abordaje pero se ven muchas cosas de la escuela tradicional, como el pizarrón adelante, todos los bancos mirando para el mismo lado…

-Es que hay cosas que funcionan del sistema tradicional y otras que no. La educación popular no tiene que ver solamente con la disposición. Igual si venís en un horario de desarrollo de las comunidades los bancos no están así, si venís en un horario de matemática tampoco, están agrupados por niveles. Pero hay cosas que sirven, a veces tenés que copiar algo del pizarrón y te conviene sentarte de esta manera. El espacio es muy móvil, se va amoldando según la necesidad. El proceso de la educación popular tiene que ver con la participación real de estudiantes en la toma de decisiones y en la construcción colectiva del conocimiento. Poner en valor esos saberes. Hay dispositivos que funcionan. Por ejemplo teníamos resistencia total a que haya un timbre. Pero las estudiantes dijeron “la verdad es que nos desorganiza que nos vengan a buscar todo el tiempo, pongamos un timbre que lo entendemos todos”. Eso no parecería de educación popular, porque hay una cosa de que marca un tiempo… Pero les resulta práctico resolverlo de esa manera.



Normas disciplinarias


-¿Hay sanciones disciplinarias?

-Había estudiantes que se iban a fumar porro acá a la vuelta. Porque quieren venir a la escuela pero también ratearse, hacer quilombo. Es recuperar instancias de la vida, la adolescencia perdida. Y tuvimos que negociar qué pasaba con eso, porque no daba lo mismo una compañera que se fumara un porro con otra que estaba en un tratamiento de adicciones y eso le disparaba irse a comprar una birra y retroceder un montón. Por eso de 14 a 18 las puertas están cerradas. Listo, se trabaja acá. Y se negoció fumar cigarrillo acá en el espacio. Ok, se fuma al lado de la puerta pero se cierra la puerta porque si nos vamos todas a una plaza a fumar un pucho no ayudamos a las otras compañeras, porque después una se prende un porro la otra se toma una birra y nos olvidamos que está el espacio. También necesitan un poco el proceso institucionalizador. Si a vos te expulsaron a los ocho años de tu casa no tenés ningún marco para poder deconstruir. Primero tenés que tener el marco para después desarmarlo.


-O sea que también toman algunas cuestiones de la escuela tradicional.

-Yo quiero romper todo de la escuela tradicional, pero cuando empezás a construir colectivamente te das cuenta de que hay otras realidades. Las compañeras por lo general vienen de laburar cagadas de sueño y a veces tienen que tomarse una petaca de whisky para sostener la noche cagadas de frío. Pero te vienen igual, y lo que quieren es compartir este espacio y no irse a fumar porro. Pero si no lo hacen quizás la grupalidad les dice “dale, vení, no seas careta” y empieza un círculo del que no pueden salir. Entonces se necesita un orden. A veces también se pasan para el otro lado y se ponen re punitivistas, piden 25 amonestaciones para la que no sé qué. Y nosotros tenemos que decir no, bueno, paren, hay otras maneras de ir construyendo eso. Y hay que ir negociando. La gorra se la ponen todos para aplicárselo al otro, pero después piden excepciones para ellas porque “me pasa tal cosa, vengo de tal lugar, me tomo tal bondi que llega tarde”. Pero cuando vos construís colectivamente empiezan a entender que estamos todos atravesados por la misma situación y empieza a romperse esa estructura que viene de afuera y que no tiene que ver con el timbre o con el banco puesto de determinada manera, es más profundo.

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