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Miedos, inseguridades y certezas de una madre homeschooler

Actualizado: 2 mar 2021

Después de que sus tres hijos mayores atravesaran todo el sistema escolar, Claudia Suárez decidió desescolarizar a su hija más chica: "No responder a un sistema estructurado y ser libre da vértigo".




Claudia Suarez describe un camino que en nada -o en todo- está relacionado con la educación pero que, como sea, la trajo hasta acá. Y acá está, sentada en el centro de una habitación en una de las únicas dos sillas de una casa que no es la suya, donde pulula un puñado de niños y niñas que no van a la escuela. Una de esas niñas es su hija Abi, de once años, la menor de cuatro hermanos, la única a la que Claudia decidió desescolarizar.


El caminito, así lo llama Claudia, empezó con un cambio de dieta hacia una más naturista, siguió con la renuncia de su marido a la concesionaria de autos en la que llegó a ser gerente y desembocó, durante unas vacaciones de invierno, en una idea que hacia el verano ya era una realidad: desescolarizar a Abi. Alimentación y trabajo pueden tener nada -o todo- en común con la educación pero, como sea, son dos mojones que le sirvieron a Claudia para encontrar la punta del ovillo del cual está intentando tirar para salir del laberinto escolar.


-Si mis hijos mayores me contaban algún problema que habían tenido en la escuela, les decía que se la bancaran. Después me empecé a dar cuenta de que eso no estaba bueno, y pude ver que Abi la estaba pasando mal en serio -dice Claudia mientras su hija juega en una habitación contigua en Casa de Botellas, un centro dirigido por Malena González al que asisten chicos desescolarizados.


Claudia explica que luego del paso por la escuela de sus tres primeros hijos, su marido y ella cambiaron la concepción que tenían sobre la educación:


-Empezamos a mirar la crianza enfocada hacia el respeto del niño, diferente a la anterior que era más adultocéntrica. Antes queríamos que los chicos hicieran todo lo que les decíamos, pero después empezamos a mirar cuáles eran sus necesidades.


Más allá de cuáles fueran las necesidades de Abi, la decisión estaba tomada. La familia -los padres- había emprendido un camino sin retorno. De hecho, Abi tenía muchas dudas, no se imaginaba cómo sería la vida sin escuela, sentía que iba a extrañar a las amigas. Cuando en vacaciones de invierno de tercer grado sus padres le propusieron desescolarizar, no quiso. Claudia y su marido esperaron. Aprovecharon el tiempo para informarse: estudiaron la ley de Educación Nacional, se enteraron de que en Capital Federal los niños pueden rendir libre la primaria, bucearon en blogs y grupos de Facebook de homeschoolers. Mientras tanto, Abi seguía en la escuela. Luego llegaron las vacaciones de verano, tres meses sin pisar un aula, quizás sin ver a sus amigas. En marzo le volvieron a preguntar. ¿Querés volver a la escuela? Abi dijo que no. Claudia asegura que si la respuesta hubiera sido diferente la habrían respetado también.


Después hubo gritos. Las clases empezaron en el colegio al que iba Abi, la directora le preguntó a Claudia por qué su hija no estaba yendo, Claudia le contó que habían decidido desescolarizalra y la directora gritó. Hubo, también, amenazas. Aunque Claudia sabía que rendir libre era legal, cuando la directora le dijo que le mandaría una asistente social a la casa, tuvo miedo. De todas formas, Abi no volvió a pisar la escuela y la asistente social nunca llegó.




El miedo a la denuncia no fue el único, ni siquiera el más preocupante. No es lo mismo una familia que nunca escolarizó a sus hijos que otra acostumbrada al sistema escolar y que decide salir. La escena es un lugar común entre las del segundo grupo, especialmente si ni siquiera siguen un currículum preestablecido: niño o niña acostumbrado a ir a la escuela, padre o madre acostumbrado a llevarlo, decisión de desescolarizar, incertidumbre. El día, tarde o temprano, llega. Ya está, no hay más escuela. El padre o la madre se sienta en el living con el niño o la niña, se miran, quizás en silencio, todos se hacen la misma pregunta: ¿y ahora qué?


-Al principio tenés el temor de que no aprenda nunca más nada, de que sea una burra. Alguien le tiene que enseñar las cosas, pensás. Después empezás a confiar en que va a aprender lo que necesite aprender cuando tenga ganas de aprender.


Eso es, en líneas generales, unschooling. También esto:


-Tratábamos de responder a las preguntas que hacía en el momento en que las hacía. Cuando preguntaba algo que no sabíamos bien, íbamos a YouTube, aprendíamos un poco y le explicábamos. Al principio nos preocupamos muchísimo, pero después lo que pasó fue que nos relajamos y dijimos ya va a salir, Abi va a ir aprendiendo a medida que quiera ir aprendiendo.


-¿Cuáles fueron los motivos por los cuales eligieron hacer homeschooling?


-Sobre todo preservar el estado emocional de Abi, cuidarla. Queremos que crezca libremente. El homescooling me da la libertad de que ella sea quien quiera ser sin que nadie la estructure.


-¿Eso no puede ocurrir en la escuela?


-En la escuela te sistematizan, te empaquetan, te ponen un moño y te largan a la sociedad a cumplir el rol que más les conviene a ellos.


-¿Esa es tu principal crítica a la escuela tradicional?


-Sí, y que es muy cuadrada, te encaja dentro de un molde. Quieren que todos los chicos estén amoldados, que no haya un área en la que se cuiden sus emociones, en la que puedan desarrollar su creatividad, en la que puedan pensar críticamente.


-¿Tenés alguna formación didáctica? ¿Alguien te enseñó a enseñar?


-No, pero cursé la primaria y además tengo tres hijos que estuvieron escolarizados, entonces es como haberla hecho cuatro veces. Y ahora la voy a hacer con Abi otra vez.


-Algunos críticos del homeschooling piensan que es una actitud irresponsable quedar totalmente a cargo de la educación de un niño sin haberse formado específicamente para eso.


-El homeschooling no es para cualquiera, hay que dedicarse al niño. No sé si tanto para enseñarle sino la para crianza en general. Tampoco me parece que sea sano para una criatura mandarla a la escuela doble jornada y lavarse las manos. El homeschooling hace que el niño esté en casa todo el día, por lo que necesita más atención. Esto trae una gran conexión y fortalece la relación de familia que es lo que todos necesitamos para que estén sanos.


-¿Qué es lo más difícil de hacer homeschooling?


-Todavía tenemos ciertos miedos. El hecho de no responder a un sistema que está muy estructurado y ser muy libre te da vértigo.


-¿Qué le dirías a un docente de escuela tradicional?


-Me parece que a veces los maestros también están desbordados. Un docente puede tener muy buena predisposición y las mejores intenciones, pero el sistema está totalmente desactualizado. Estos niños vinieron a patear todo eso y no se bancan más esas cosas. Los niños nos están hablando. Todas las supuestas patologías que tienen son un llamado de atención a los adultos.


-¿Notás cambios en Abi desde que dejó la escuela? Muchos críticos del homeschooling ponen el foco en los procesos de socialización.


-Ella ahora está más sociable que antes. Cuando iba a la escuela era mucho más tímida. El lunes fuimos a un plaza con varios chicos, algunos de homeschooling y otros que estaban escolarizados. Abi estaba preocupada porque se iba a encontrar con chicos a los que no conocía. Después cuando llegamos se fue a jugar y no volvió más.

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