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Mariano Narodowski: "El Estado debe legalizar el homeschooling"

Actualizado: 22 oct 2019

El exministro de Educación de la Ciudad reflexiona sobre el fenómeno de las familias que deciden educar en casa y sostiene que "ya están dadas las condiciones tecnológicas para un futuro sin escuelas pero no hay un actor social o político que pueda encarnar un cambio de esa naturaleza".


“Después de siglos de vigencia y dominio sobre la sociedad y la cultura, esta tarde se cierra la última escuela”. Mariano Narodowski comienza con esa frase desconcertante algo así como un ejercicio de ciencia ficción sobre el futuro de la educación publicado en el diario La Nación en 2016. La propuesta es la siguiente: a partir de un proyecto neozelandés que permite a todos los estudiantes cursar sus estudios mediante la modalidad online desde el jardín de infantes hasta el último año de la secundaria, el cual efectivamente existe, se suceden una serie de hechos que culminan en la extinción de la escuela tal como la conocemos. El artículo no alcanza el tono elegíaco, no es un llanto sobre la tumba de la escuela. Por el contrario, el nuevo escenario trae algunos beneficios: la educación online permite horarios más flexibles, prioriza los conocimientos por sobre la disciplina, permanecer todo el día sentado en un pupitre se vuelve una marca de obsolescencia. En definitiva, explica el exministro de Educación de la Ciudad de Buenos Aires, “las escuelas fueron el ámbito privilegiado de transmisión de conocimientos durante unos tres siglos, lo que representa apenas el 0,2% del tiempo de la existencia del homo sapiens”. No existieron siempre y nada indica que no puedan desaparecer algún día.


-Qué grado de probabilidad hay de que en un futuro cercano deje de existir la escuela?


-Es un escenario posible aunque poco probable en el corto plazo. Hoy ya existen las condiciones tecnológicas para desescolarizar, a diferencia de lo que pasaba en la época de Ivan Illich cuando él lo propuso. Que conste que nosotros no proponemos desescolarizar, nosotros vemos que ese es un escenario probable, no es que lo estamos proponiendo. Pero en la época de Ivan Illich no existían las condiciones tecnológicas para hacerlo. Él planteaba que la gente tenía que agruparse para aprender en grupos de interés. Eso en los años 70 tenía enormes problemas logísticos, hoy con las redes y las computadoras eso ya es posible de ser llevado a cabo. Con lo cual te diría que las condiciones tecnológicas ya están dadas pero no hay un actor social o político que pueda encarnar un cambio de esa naturaleza. Cuando se dio la respuesta de la escolarización hacia el siglo XIX, uno de los grandes problemas que resolvió fue el control biopolítico de la población infantil. Es la primera vez en la historia de la humanidad en la que los progenitores van trabajar al espacio público, básicamente a la fábrica. Hasta ese momento sus hijos siempre los acompañaban en tareas productivas o domésticas. A partir de la revolución industrial esto no sucede más y por lo tanto la escuela resuelve el problema educando a los hijos en un espacio público pero no productivo. Esta es una característica fundamental de la escuela, que habitualmente se llama efecto guardería. Mientras exista la necesidad de este control biopolítico, y evidentemente todavía existe, la escuela imaginamos que va a seguir existiendo.


-En relación con los diferentes actores sociales, ¿la institución escuela sirve como trampolín de ascenso social?


-Para los sectores medios ya no: lo constituyó pero ya no lo constituye más, llegamos a un techo en el aporte que hace la escuela al proceso de movilidad social. Lamentablemente en todos los países tan desiguales como el nuestro la posición social se explica sobre todo por la cuna en la que uno nació. Digo lamentablemente porque es puro azar, hay personas que nacieron en los hogares más desfavorecidos sin haber hecho nada para nacer ahí, y al mismo tiempo hay personas como nosotros que tuvimos el privilegio de nacer en un lugar con otras oportunidades y tampoco hicimos nada para lograrlo. Sin embargo, hay algunos sectores muy empobrecidos, muy desfavorecidos, para los cuales la escuela sí constituye un elemento de movilidad social ascendente. La educación puede ser una herramienta para corregir y dar equidad pero eso se ve en muy pocos países del mundo.


-En ese contexto, ¿eliminar las escuelas generaría una distribución más desigual del capital cultural o, por el contrario, contribuiría a producir una sociedad más democrática?


-La escuela nunca fue un fin en sí mismo, nunca, ni siquiera para los pedagogos del siglo XVII que desarrollaron la tecnología escolar. Siempre fue instrumento para conseguir que todos sepan todo, ese es el ideal pansophiano. Es un postulado que nunca se cumplió, aunque la humanidad avanzó muchísimo. Hoy el 70 por ciento de la población mundial sabe leer y hace 150 años era una cantidad menor al uno por ciento. Que se cumpla el ideal pansophiano no depende de la escuela. La escuela es apenas un instrumento. Depende, en todo caso, de la sociedad capitalista que distribuye el conocimiento en función de determinados caracteres socioeconómicos. La respuesta a tu pregunta es que no lo sabemos, no sabemos cómo va a evolucionar el capitalismo. Lo que habría que ver es si en las condiciones que se van presentando en términos económicos y tecnológicos, las nuevas tecnologías van a poder llegar mejor o no a ese ideal al que la escuela tampoco llegó. Eso también hay que decirlo porque si no pareciera que vivimos en el mejor de los mundos. Mi respuesta es un gran interrogante. Yo no soy favorable a forzar la escolarización porque la escuela es un medio, no es un fin en sí mismo. Pero dentro de las nuevas tecnologías por supuesto aparecen posturas transhumanistas que están muy penetradas en nuestra sociedad incluso en sectores que se dicen progresistas y que claramente tienen una tendencia contraria a un ideal pansophiano.


-¿Por ejemplo?


-Por ejemplo los procesos de customización que se dan en las redes sociales. Nosotros consumimos contenidos en internet que son los que las corporaciones deciden que consumamos. Los algoritmos de Facebook, Twitter, Google, Tinder básicamente lo que hacen es ofrecernos aquello que estas corporaciones y otras entienden que va a ser más lucrativo para ellos y eventualmente para nosotros, pero tampoco nos preguntan. Ese es un gran problema del cual nadie se ocupa demasiado. El otro gran problema son las plataformas interactivas o adaptativas que ya existen en educación. Son plataformas con las cuales los estudiantes interactúan y que tienen un algoritmo para ir modificando la dificultad de los problemas en función de las respuestas. Pero eso también tiene un problema porque la inmensa mayoría de esas plataformas son privadas y el algoritmo y la información no son de carácter público. Nosotros estamos trabajando en un proyecto de huella cognitiva justamente porque entendemos que es un peligro que esas grandes corporaciones no sólo sepan dónde vivimos, qué preferencias tenemos, si miramos porno o si nos gusta el cine sino que a través de estas plataformas adaptativas ya tienen la capacidad de identificar cómo aprendemos, cómo conocemos. Esa es la huella cognitiva. La última apuesta transhumanista es la eliminación de la interfase externa al cuerpo y la idea de insertar un microchip o un nanobot en la corteza cerebral para que podamos bajar contenidos directamente de la red. Es un proyecto que está armando Google para el 2035, lo cual implicaría que las opciones se irían reduciendo mucho. Aquello que criticamos de la escuela, que la escuela le da un sesgo ideológico al conocimiento, ya ese sesgo sería absoluto y sería muy difícil ir en contra de una tendencia así, salvo que la hackeemos. O que nos desenchufemos, cosa que parece bastante difícil.


-¿Podría pensarse al homeschooling como una salida posmoderna? Es decir, ¿el declive de ciertos discursos propios de la modernidad, como el de estado nación, podría ir de la mano con el surgimiento de movimientos como el homeschooling?


-Sí, lo que tiene que ver con lo posmoderno es la incapacidad de los estados nacionales para construir grandes discursos legitimadores o totalizadores. Entonces en muchos lugares del mundo crece una demanda de progenitores por educar a sus hijos extrayéndolos de la lógica estatal predominante. Me parece que es una explicación bastante razonable.


-¿Qué postura creés que debería adoptar el Estado frente al homeschooling: legalizarlo, continuar sin regulación como ahora, prohibirlo?


-Legalegalización. ¿Qué vas a prohibir? La idea de que el estado tiene una influencia muy importante en la educación de los niños fue muy fuerte sobre todo en países totalitarios en los que la educación empezaba a los tres años, básicamente en países comunistas y nazi fascistas. En la democracia siempre hubo una tensión entre la ideología de las familias que debería ser respetada versus la cohesión social que también debería ser apuntada. En principio para hacer homeschooling hay que ser una familia muy sólida, es difícil tomar esa decisión. Y no me refiero a familia tipo: puede ser un mamá, una papá, uno, dos, cinco, no sé. Tienen que tener, además de recursos económicos, una fortaleza emocional muy importante para bancarse a sus hijos veinticuatro horas del día los siete días de la semana. Es una decisión fuerte, hay que tener paciencia. Uno no ve en principio que acá se trate de maltrato infantil.


-Uno podría pensar, en ese sentido, que es muy difícil saberlo porque pasa todo puertas adentro. Quizás no tenemos idea de lo que ocurre dentro de una casa.


-Está bien, pero por lo que yo veo son decisiones tomadas desde el cariño a los hijos. Igual hay maltrato en las escuelas, en todos lados. Creo que lo que el Estado debiera hacer es controlar que sean situaciones saludables, cosa que no controla en las escuelas tampoco. Además en Argentina el respeto por los contenidos curriculares es relativo porque tampoco hay un control de la gestión educativa. Quinto grado “A” tiene un maestro, quinto grado “B” tiene otro, pared de por medio, y cada uno enseña lo que quiere. Eso termina complicando para evaluar a los alumnos, lo cual debería ser una función del Estado. Por supuesto hay que legalizar el homeschooling, no tengo ninguna duda de eso, la única duda que me queda es cómo debiera actuar en la Argentina el Estado para preservar el derecho a la educación de los chicos y el derecho a su bienestar, cosa que no pasa en la escuela. Con lo cual es un problema, pero claramente te diría que no es una prioridad. Porque, la verdad, ¿vas a denunciar que un chico de quince años hace homeschooling cuando el cuarenta por ciento de los chicos de quince años varones no van a la escuela porque abandonaron? ¿Vas a mirar a ese pibe de San Isidro versus el sesenta por ciento de los pibes de González Catán? Me da la sensación de que son situaciones que desde el punto de vista político son problemas que no tienen ninguna entidad.




-Dentro del homeschooling hay una modalidad más radical que es el unschooling, es decir, familias que deciden no intervenir en el proceso de aprendizaje de sus hijos. ¿Es posible que los chicos aprendan sin la intervención de adultos?


-No. Desde el salvaje de Aveyron, en el siglo XVIII, ya sabemos que no. Hace falta una determinada tecnología de transmisión del conocimiento, la escuela es una. Hay otras como puede ser la escritura, la oralidad, lo digital. Pero siempre hace falta un otro asimétrico para poder establecer un vínculo educacional.


-La escuela tiene otro rol además de enseñar que es el de generar un espacio de socialización. ¿Cómo podría reemplazarse esa función si no existe más la escuela?


-Me sorprende que me hagas esa pregunta, es una pregunta que uno esperaría de una persona de 60. ¿Cómo lo harían? Lo harían en forma digital. Nosotros tenemos vínculos interpersonales sobre todo por las redes. El proceso de socialización es eminentemente digital. Te lo preguntaría al revés, antes de que existiera la escuela, ¿qué acontecía con todo eso? Había otras formas de socialización y en el futuro habrá a su vez otras diferentes. Lo más importante de nuestro enfoque es desnaturalizar la escuela como una especie de tótem al cual reverenciar.


-Durante nuestra investigación para este dossier escuchamos dos argumentos de las familias que deciden hacer homeschooling que se repiten con frecuencia: la escuela mata la creatividad de los niños y el aspecto institucional no deja lugar a la subjetividad. ¿Creés que efectivamente es así? ¿Son motivos legítimos para desescolarizar?


-Lo que yo pienso de los argumentos de unos papás y unas mamás me parece que es irrelevante. Cada uno educa a sus hijos como quiere. No estaría discutiendo con especialistas, estaría discutiendo con papás y mamás que toman decisiones y cada uno hará lo que le salga mejor para sus hijos. Yo también soy papá de un hijo de 29 y otro que está en primer grado, así que sé lo que es eso y cada uno lo resuelve como puede.


-Pero desde tu experiencia, ¿coincidís o no con el argumento de que la escuela mata la creatividad de los chicos?


-Es evidente que no, porque en todo caso me imagino que la creatividad se procesará de manera distinta. Casi con certeza la creatividad de la escuela va a desarrollarse de manera diferente a como lo hace en la familia. Igual hay que ver qué escuela y qué familia. Creo que más bien lo que están haciendo esos papás y mamás es un argumento de protección y de reivindicación de su derecho como papá o mamá a la educación de sus hijos.


-¿Cuáles creés que son los motivos por los cuales las familias optan por el homeschooling?


-Lo que te puedo decir con respecto a las causas es que varían mucho de sociedad en sociedad. Por ejemplo, el gran boom homeschooling de los 60 y 70 en Estados Unidos tuvo que ver con comunidades del centrooeste norteamericano evangélicas, muy cerradas, muy endogámicas, que están en contra de lo que llaman educación liberal, que es la educación pública norteamericana, porque es una mala influencia para sus hijos y ellos reivindican el derecho a educarlos en una fe evangélica. Incluso ellos argumentan que no hay otra posibilidad de formación moral que no sea religiosa, cosa que es un criterio que es muy importante en muchos lugares del mundo. Después lo que se ve en los 90 y en los 2000 en Estados Unidos es que sectores sociales de recursos medios o de ingente ascenso social no quieren que sus hijos vayan a las escuelas públicas del barrio porque son vistas como violentas o marginales. En el caso argentino ninguno de esos motivos prima. Las primeras movidas de homeschooling en Argentina son también a fines de los 60, coinciden con el auge de las escuelas privadas progre, y tiene que ver con la creatividad, con la libertad de los chicos, con el buen trato, pensando a la escolaridad como maltrato, y por tal motivo en la Argentina es más bien un movimiento cultural que social. En Estados Unidos es claramente social ideológico, mientras que en Argentina es un movimiento cultural de sectores urbanos medios y medios altos, y por tal motivo es muy reducido. Hasta ahora nunca se convirtió, y creo que no lo va a hacer, en un posicionamiento social y político. Siempre es más desde el punto de vista cultural o pedagógico. Sobre una tradición hippie, o pseudohippie. Últimamente vi que hay muchos antivacunas que están planteando eso. Me parece que forma parte de una identidad cultural. A los antivacunas sí los criticaría pero porque están en contra de la ciencia.

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